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  • Foto del escritorAdriana Rodríguez

Volemos

Estuve allí cuando las vacas empezaron a volar. Lo escuché primero en la radio esa mañana. Lo habían anunciado en el noticiero de las 7 pero, como siempre, no le di importancia a esas noticias que parecen jaladas de los pelos. Siempre creo que es la idea de un youtuber tratando de llamar la atención.


Una pata me rozó la sien mientras destendía la ropa del cordel en el patio de atrás. Luego, me tuve que agachar porque venía otra a full velocidad y me hubiera arrastrado con ella. Las vacas volaban con los ojos abiertos, sorprendidas ellas mismas de aquella levedad a la que no estaban acostumbradas. Sin embargo, no estaban tampoco en pánico, solo dejándose llevar por los acontecimientos.


Me hubiera encantado ser una vaca en ese momento. Tal vez así hubiera salido de la rutina matinal: recoger la ropa blanca, para luego plancharla, ponerla en las camas o en los cajones y luego empezar con el barrido de toda la casa. ¡Bah! Tareas que había hecho miles de veces y no me emocionaban en lo absoluto, sólo recoger la ropa era especial porque podía sentir el sol en mi cara y el olor de la ropa limpia.


Me pregunté si entonces las vacas que volaban a gran velocidad, dando vueltas al garete y llenas de leche, darían ahora mantequilla o mejor aún, helados, si se les ordeñara… Tomemos en cuenta que el aire es frío, más toda la chocolateada que se estaban dando… algo tenía que cambiar, no podría ser sólo la leche normal como siempre. Algo había ocurrido. Las cosas debían de cambiar.


No me aguanté la curiosidad. Descolgué una de las sábanas, la sacudí, estirándola. Su olor a flores recién cortadas me sacó una sonrisa. Me agarré de sus extremos tratando de atrapar el aire y entonces me dejé llevar. Quería estar ahí cuando las vacas aterrizaran y verificar si su leche había cambiado o mi vida había entrado en una nueva aventura.


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